domingo, 7 de diciembre de 2008

Imperfectos

Caminaste de espaldas al sol, despacito, para ver si así te volvías invisible. Las personas siempre buscan avanzar y tú querías regresar. Buscaste por todos lados y no lo encontraste. Parecía nunca acabar, cada vez era peor. Todo daba vueltas y tu solo observabas. No sabías que fue lo que salió mal, si fallaron ellos, o fallaste tú, fallamos todos. Desapareciste cuando menos debías hacerlo y nadie fue por ti. Cuando lo hicieron fue demasiado tarde, creo que lloraste.

Vienen y te dicen que fue inevitable. No les crees, tú no crees en nadie. Estás solo. Dos segundos más y lo único que quedará de ti será una hoja de papel en blanco. Necesitas algo más, un momento perfecto en medio de tanta mierda. Necesitas convencerte que aún se puede alcanzar lo inalcanzable. Querías ser más, o ser todo. Querías que nada hubiese sucedido, o que todo fuese un sueño. No es fácil, nada es fácil. Los decepcionas una y otra vez, y apesta porque te importa.

Pero no se puede y nunca se ha podido; aparece ella, irreal, imposible, inalterable. Aparece al otro lado de la calle y pareciera que el sol solo brilla para ella. Entonces no existe lo demás. Nadie puede hablar. Nadie se atreve a respirar. Ella se convierte en una mezcla de reacciones corporales, en sudor bajando por la espalda. Aparece y con un gesto te dice que nunca antes había visto tu luz de esa forma. Te dice todo lo que querías escuchar y ni siquiera mueve los labios. Intenta acercarse, anhelante, exquisita, con cada centímetro de su ser vuelto hacia ti. Camina y es como si flotara. Ella volvió convertida en deseo, en divinidad, en momento perfecto. Pero a ti ya no te importa, hace demasiado sol, la vida se te acabó. Hoy no, por favor.

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