viernes, 27 de febrero de 2009

Queue

Los ví alineados uno detrás de otro mirando a todos lados, sin poder moverse. Con ese temblor que nadie quiere, pero esta presente. Todos esperan un llamado para avanzar y olvidarse por completo de mirar atrás; si no lo olvidan, afuera los esperan con los brazos abiertos y con mil alfileres y botellas de vergüenza ajena. A los que caen los olvidan en segundos, y los hacen pedacitos con sus sonrisas falsas y sus aires de superioridad. Se mueven a un mismo ritmo, como si supieran exactamente lo que se encuentra detrás de las puertas y se les va la esperanza, hasta la fe, caminan por inercia. Otro mar de deseos que nadie quiere escuchar y que quieren desaparecer lo más antes posible porque ocupa espacio. Todos con ese sudor de manos aferradas al carboncillo, con el peso de mil horas de desvelo sobre la espalda, con mucho que perder, pero sin miedo.

Duraznito

No me enseñaron a vomitar, tampoco tenían que hacerlo. Completamente extenuante, pero divertido hasta cierto punto. Pasado el punto no hay paredes, no hay suelo, la gente juega a volverme ciega el tiempo que sea necesario, y yo bailo. Me gusta descubrirme repitiendo su nombre una y otra vez en la oscuridad, aun sabiendo que no tengo nada que esconder; también escucho el mío, pero vivo sorda y me encanta. No quiero tocar, porque apenas distingo entre lo que es áspero y lo que esta frío, y que por lo tanto, no es mío. Pienso en su perfume de las tardes y en como se me pierde entre tanto líquido que es inútil porque yo lo digo. Me dan la mano y yo juego a ser de papel. De pronto un auto y no tengo idea de como llegó, solo quiero estar en sus brazos. Yo camino, pero parece que no avanzo. Recuerdo el durazno y su sabor a exceso, o tal vez yo soy el exceso y ellos se asustan porque no pueden predecir el exceso ni mi encierro. Pero eso acaba, siempre lo hace: jode pero no es eterno. Se acaba y vuelvo a casa, como almohadas, aunque nadie me lo cree, y sigo con el agua helada para finalmente volver a lo mío y perderme durante unos minutos. Todo lleno de perfume, entre cabellos, un ventilador y sábanas prestadas, yo duermo.

martes, 17 de febrero de 2009

Globo de agua

Más de eso, menos de lo otro. No lo encuentro porque no lo busco, o no quiere ser hallado, o se perdió en el camino, y sin embargo espero mi turno. Me conformo con azúcar y dos ventiladores: uno de colores dando vueltas en el techo para que el tiempo pase más rápido, el otro aún no existe pero esta ahí. En el mejor de los casos dormiré, más lejos que nunca de la fantasía onírica, pero dormiré; y al despertar, habrá una ardilla esperándome para jugar.