jueves, 25 de diciembre de 2008
domingo, 21 de diciembre de 2008
Dando
Lo tuyo, lo mío. Lo propio, lo ajeno. Ya ni se sabe. Todo revuelto, todo compartido. Aire sobrecalentado. Regalo de verano. Ventanas abiertas, cerradas, da lo mismo. Momento de alcohol, momento de once. El once es sugerente, el once no es diez. Atractivo, evocador. Alcohol sobrecalentado. Reminiscencia innecesaria, promesas. Momento de nunca acabar, cronometrado, preciso, impreciso. El tiempo no existe, el tiempo es verano. Gritos ajenos, sal, sabor a cielo. Yo soy el cielo. El aire se cola. El viento es patético, falta mar. Volcanes, perfume. Todo quema, todo sobrecalentado. Me asfixio, respiro agua. Plástico quemado. Vasos de aire, de cuero, de papel. Oportunos, desechables, no deseados. Todo prestado, todo regalado, deseado o esperado. Más despacio, más rápido. Es un chiste, nadie ríe. Dos cucharadas de azúcar, otra vez el mar. Agua en el aire. Agua sobrecalentada, más sal, un mar, más agua. Respiro agua. Tú eres agua.
Intermedios
[...]
No quiero grises. O es blanco, o es negro. No acepto intermedios. Lo gris es no es lo mío. Lo gris lo alcanzan todos y después no saben qué hacer con él. También hay negro, hay blanco, se puede estar en dos lugares al mismo tiempo, o en ninguno. Se puede tocar las nubes con la punta de los dedos, se puede bailar sin música y hablar en silencio. Ser gris debe estar de moda. Todos quieren ser gris. Todos quieren ser ovejas cándidas. Yo quiero ser el lobo.
No quiero grises. O es blanco, o es negro. No acepto intermedios. Lo gris es no es lo mío. Lo gris lo alcanzan todos y después no saben qué hacer con él. También hay negro, hay blanco, se puede estar en dos lugares al mismo tiempo, o en ninguno. Se puede tocar las nubes con la punta de los dedos, se puede bailar sin música y hablar en silencio. Ser gris debe estar de moda. Todos quieren ser gris. Todos quieren ser ovejas cándidas. Yo quiero ser el lobo.
Para ver la luz de cerca
- Hoy desperté y tuve ganas de ser real.
- ¿Cómo puedes no ser real y haber despertado?
- Eso es lo que menos importa.
- Realmente nada importa.
- Quiero ser real, ¿tú no?
- Me da igual.
- ¿Acaso no quieres respirar?
- Me gusta la oscuridad.
- El sol también puede ser interesante.
- Después solo habrá nada.
- Al menos lo habrás sentido.
- ¿A dónde iríamos?
- Supongo que seremos queridos.
- ¿Y eso será suficiente?
- No, pero tampoco lo necesitamos.
- ¿Cómo puedes no ser real y haber despertado?
- Eso es lo que menos importa.
- Realmente nada importa.
- Quiero ser real, ¿tú no?
- Me da igual.
- ¿Acaso no quieres respirar?
- Me gusta la oscuridad.
- El sol también puede ser interesante.
- Después solo habrá nada.
- Al menos lo habrás sentido.
- ¿A dónde iríamos?
- Supongo que seremos queridos.
- ¿Y eso será suficiente?
- No, pero tampoco lo necesitamos.
viernes, 12 de diciembre de 2008
Sentados frente al fuego
- Cuenta una historia para distraernos.
- ¿Cómo te gustaría?
- Algo que no le hayas contado a nadie. Invéntala para mí.
“Había una vez una mujer cuyo oficio era contar cuentos. Iba por todas partes ofreciendo su mercadería, relatos de aventuras, de suspenso, de horror, de lujuria, todo a un precio justo. Un mediodía de agosto se encontraba al centro de una plaza, cuando vio avanzar hacia ella un hombre soberbio, delgado y duro como un sable. Venía cansado, con un arma en el brazo, cubierto de polvo de lugares distantes y cuando se detuvo, ella notó un olor de tristeza y supo al punto que ese hombre venía de la guerra. La soledad y la violencia le habían metido esquirlas de hierro en el alma y lo habían privado de la facultad de amarse a sí mismo. ¿Tú eres la que cuenta cuentos?, preguntó el extranjero. Para servirte, replicó ella. El hombre sacó cinco monedas de oro y se las puso en la mano. Entonces véndeme un pasado, porque el mío está lleno de sangre y de lamentos y no me sirve para transitar por la vida, he estado en tantas batallas, que por allí se perdió hasta el nombre de mi madre, dijo. Ella no pudo negarse, porque temió que el extranjero se derrumbara en la plaza convertido en un puñado de polvo. Le indicó que se sentara a su lado y al ver sus ojos de cerca se le dio vuelta la lastima y sintió un deseo poderoso de aprisionarlo en sus brazos. Comenzó a hablar. Toda la tarde y toda la noche estuvo construyendo un buen pasado para ese guerrero poniendo en la tarea su vasta experiencia y la pasión que el desconocido había provocado en ella. Fue un largo discurso, porque quiso ofrecerle un destino de novela y tuvo que inventarlo todo, desde su nacimiento hasta el día presente, sus sueños, anhelos y secretos, la vida de sus padres y hermanos y hasta la geografía y la historia de su tierra. Por fin amaneció y en la primera luz del día ella comprobó que el olor de la tristeza se había esfumado. Suspiró, cerró los ojos y al sentir su espíritu vacio como la de un recién nacido, comprendió que en el afán de complacerlo le había entregado su propia memoria, ya no sabía que era suyo y cuanto ahora le pertenecía a él, sus pasados habían quedado anudados en una sola trenza. Había entrado hasta el fondo en su propio cuento y ya no podía recoger sus palabras, pero tampoco quiso hacerlo y se abandonó al placer de fundirse con él en una misma historia…”
- Eva Luna
- ¿Cómo te gustaría?
- Algo que no le hayas contado a nadie. Invéntala para mí.
“Había una vez una mujer cuyo oficio era contar cuentos. Iba por todas partes ofreciendo su mercadería, relatos de aventuras, de suspenso, de horror, de lujuria, todo a un precio justo. Un mediodía de agosto se encontraba al centro de una plaza, cuando vio avanzar hacia ella un hombre soberbio, delgado y duro como un sable. Venía cansado, con un arma en el brazo, cubierto de polvo de lugares distantes y cuando se detuvo, ella notó un olor de tristeza y supo al punto que ese hombre venía de la guerra. La soledad y la violencia le habían metido esquirlas de hierro en el alma y lo habían privado de la facultad de amarse a sí mismo. ¿Tú eres la que cuenta cuentos?, preguntó el extranjero. Para servirte, replicó ella. El hombre sacó cinco monedas de oro y se las puso en la mano. Entonces véndeme un pasado, porque el mío está lleno de sangre y de lamentos y no me sirve para transitar por la vida, he estado en tantas batallas, que por allí se perdió hasta el nombre de mi madre, dijo. Ella no pudo negarse, porque temió que el extranjero se derrumbara en la plaza convertido en un puñado de polvo. Le indicó que se sentara a su lado y al ver sus ojos de cerca se le dio vuelta la lastima y sintió un deseo poderoso de aprisionarlo en sus brazos. Comenzó a hablar. Toda la tarde y toda la noche estuvo construyendo un buen pasado para ese guerrero poniendo en la tarea su vasta experiencia y la pasión que el desconocido había provocado en ella. Fue un largo discurso, porque quiso ofrecerle un destino de novela y tuvo que inventarlo todo, desde su nacimiento hasta el día presente, sus sueños, anhelos y secretos, la vida de sus padres y hermanos y hasta la geografía y la historia de su tierra. Por fin amaneció y en la primera luz del día ella comprobó que el olor de la tristeza se había esfumado. Suspiró, cerró los ojos y al sentir su espíritu vacio como la de un recién nacido, comprendió que en el afán de complacerlo le había entregado su propia memoria, ya no sabía que era suyo y cuanto ahora le pertenecía a él, sus pasados habían quedado anudados en una sola trenza. Había entrado hasta el fondo en su propio cuento y ya no podía recoger sus palabras, pero tampoco quiso hacerlo y se abandonó al placer de fundirse con él en una misma historia…”
- Eva Luna
Sueño
No lo sé, fue extraño.
Desperté y tuve la sensación de haber vivido esto antes.
Habría preferido recordar exactamente el último sueño que tuve para cambiarlo en mi mente, inventarle un final y volverme a dormir, pero tenía que aceptarlo tal y como era. El lugar era el mismo: una casa muy grande llena de pasadizos donde siempre termino perdiéndome. Siempre esta anocheciendo, porque tengo la necesidad de prender las luces para ver mejor, y es invierno porque estoy abrigada hasta el cuello y aún tengo frio. Creo que otra vez volví a esa casa, pero no sé a qué ni para qué, nunca lo sé. En ese sueño siempre quiero llegar a un punto específico en la casa y no lo encuentro por ningún lugar. Me pierdo, y no tengo diecisiete, soy pequeña y estoy asustada. No puedo prender las luces porque los interruptores no están donde deberían estarlo, y no me atrevo a mirar por la ventana porque la calle a oscuras me recuerda que me dejaron sola en ese lugar embrujado. La casa tiene tres pisos; a veces llego a la azotea, y en otras sigo subiendo escaleras y encuentro la puerta de un departamento diferente en cada piso. Pero en el edificio si hay luces y todo está pintado de blanco, tengo la sensación que es de día. De pronto llego al cuarto, o al quinto piso y no puedo dar ni un paso más. Estoy convencida que ese es el lugar al tenía que llegar y la oscuridad me mata. Se me hace un nudo en la garganta y en el mejor de los casos hay una persona caminando dándome la espalda que espera que yo la siga. Me pregunto por qué nunca prenden las luces, a que le tengo tanto miedo, ¿por qué nunca puedo llegar a mi destino? Los detalles se confunden mientras intento recordarlo. La casa se convierte en edificio, el edificio en casa. Solo sé que estaba oscuro, que no pude hablar, que me moría de miedo y que cuando quise salir de la casa desesperadamente o esperé que alguien viniera por mí, lo único que encontré fue vacío.
Frio, patético vacío. Pero se sintió tan familiar que le perdí el miedo y me volví a dormir.
Desperté y tuve la sensación de haber vivido esto antes.
Habría preferido recordar exactamente el último sueño que tuve para cambiarlo en mi mente, inventarle un final y volverme a dormir, pero tenía que aceptarlo tal y como era. El lugar era el mismo: una casa muy grande llena de pasadizos donde siempre termino perdiéndome. Siempre esta anocheciendo, porque tengo la necesidad de prender las luces para ver mejor, y es invierno porque estoy abrigada hasta el cuello y aún tengo frio. Creo que otra vez volví a esa casa, pero no sé a qué ni para qué, nunca lo sé. En ese sueño siempre quiero llegar a un punto específico en la casa y no lo encuentro por ningún lugar. Me pierdo, y no tengo diecisiete, soy pequeña y estoy asustada. No puedo prender las luces porque los interruptores no están donde deberían estarlo, y no me atrevo a mirar por la ventana porque la calle a oscuras me recuerda que me dejaron sola en ese lugar embrujado. La casa tiene tres pisos; a veces llego a la azotea, y en otras sigo subiendo escaleras y encuentro la puerta de un departamento diferente en cada piso. Pero en el edificio si hay luces y todo está pintado de blanco, tengo la sensación que es de día. De pronto llego al cuarto, o al quinto piso y no puedo dar ni un paso más. Estoy convencida que ese es el lugar al tenía que llegar y la oscuridad me mata. Se me hace un nudo en la garganta y en el mejor de los casos hay una persona caminando dándome la espalda que espera que yo la siga. Me pregunto por qué nunca prenden las luces, a que le tengo tanto miedo, ¿por qué nunca puedo llegar a mi destino? Los detalles se confunden mientras intento recordarlo. La casa se convierte en edificio, el edificio en casa. Solo sé que estaba oscuro, que no pude hablar, que me moría de miedo y que cuando quise salir de la casa desesperadamente o esperé que alguien viniera por mí, lo único que encontré fue vacío.
Frio, patético vacío. Pero se sintió tan familiar que le perdí el miedo y me volví a dormir.
domingo, 7 de diciembre de 2008
Imperfectos
Caminaste de espaldas al sol, despacito, para ver si así te volvías invisible. Las personas siempre buscan avanzar y tú querías regresar. Buscaste por todos lados y no lo encontraste. Parecía nunca acabar, cada vez era peor. Todo daba vueltas y tu solo observabas. No sabías que fue lo que salió mal, si fallaron ellos, o fallaste tú, fallamos todos. Desapareciste cuando menos debías hacerlo y nadie fue por ti. Cuando lo hicieron fue demasiado tarde, creo que lloraste.
Vienen y te dicen que fue inevitable. No les crees, tú no crees en nadie. Estás solo. Dos segundos más y lo único que quedará de ti será una hoja de papel en blanco. Necesitas algo más, un momento perfecto en medio de tanta mierda. Necesitas convencerte que aún se puede alcanzar lo inalcanzable. Querías ser más, o ser todo. Querías que nada hubiese sucedido, o que todo fuese un sueño. No es fácil, nada es fácil. Los decepcionas una y otra vez, y apesta porque te importa.
Pero no se puede y nunca se ha podido; aparece ella, irreal, imposible, inalterable. Aparece al otro lado de la calle y pareciera que el sol solo brilla para ella. Entonces no existe lo demás. Nadie puede hablar. Nadie se atreve a respirar. Ella se convierte en una mezcla de reacciones corporales, en sudor bajando por la espalda. Aparece y con un gesto te dice que nunca antes había visto tu luz de esa forma. Te dice todo lo que querías escuchar y ni siquiera mueve los labios. Intenta acercarse, anhelante, exquisita, con cada centímetro de su ser vuelto hacia ti. Camina y es como si flotara. Ella volvió convertida en deseo, en divinidad, en momento perfecto. Pero a ti ya no te importa, hace demasiado sol, la vida se te acabó. Hoy no, por favor.
Vienen y te dicen que fue inevitable. No les crees, tú no crees en nadie. Estás solo. Dos segundos más y lo único que quedará de ti será una hoja de papel en blanco. Necesitas algo más, un momento perfecto en medio de tanta mierda. Necesitas convencerte que aún se puede alcanzar lo inalcanzable. Querías ser más, o ser todo. Querías que nada hubiese sucedido, o que todo fuese un sueño. No es fácil, nada es fácil. Los decepcionas una y otra vez, y apesta porque te importa.
Pero no se puede y nunca se ha podido; aparece ella, irreal, imposible, inalterable. Aparece al otro lado de la calle y pareciera que el sol solo brilla para ella. Entonces no existe lo demás. Nadie puede hablar. Nadie se atreve a respirar. Ella se convierte en una mezcla de reacciones corporales, en sudor bajando por la espalda. Aparece y con un gesto te dice que nunca antes había visto tu luz de esa forma. Te dice todo lo que querías escuchar y ni siquiera mueve los labios. Intenta acercarse, anhelante, exquisita, con cada centímetro de su ser vuelto hacia ti. Camina y es como si flotara. Ella volvió convertida en deseo, en divinidad, en momento perfecto. Pero a ti ya no te importa, hace demasiado sol, la vida se te acabó. Hoy no, por favor.
sábado, 6 de diciembre de 2008
Diciembre sos grande.
Nos vamos. Nos estamos yendo. Nos fuimos.
¿Por qué cada tarde quiere ser Navidad? ¿Por qué cielo nos mira con tanto amor últimamente? ¿Por qué nos llenamos de gente que espera un milagro, un gesto, un abrazo? Todo lo que veo son luces en las calles. La luz de sus ojos, un brillo especial, un pedazo de cielo. ¿Y si de pronto nevara?
¿Por qué se extraña lo que todavía no se pierde y se recuerda el inicio segundos antes de llegar al fin? ¿Por qué el tiempo transcurre en círculos y no en líneas rectas, horizontales, aburridas? ¿Por qué tenemos que ser, y si no somos no servimos? ¿Quién quiere venir y dar un discurso por mí, para mí? Yo no sé hablar en público. ¿Por qué no nos enseñaron a perderte el miedo?
¿Por qué cada vez que alguien canta lo hace como quien no quiere la cosa? Con miedo, bajito, en silencio, en privado. Uno, dos, tres… once. Once arboles conté. Te los regalo, son todos tuyos. ¿Por qué no podemos regresar al menos una vez al mes? ¿Porque nadie puede vivir de mentiras? ¿Porque nadie aguantaría un año más? Porque todos somos uno, y uno somos todos. Queremos volar.
No necesitas abrigarte esta noche.
¿Por qué cada tarde quiere ser Navidad? ¿Por qué cielo nos mira con tanto amor últimamente? ¿Por qué nos llenamos de gente que espera un milagro, un gesto, un abrazo? Todo lo que veo son luces en las calles. La luz de sus ojos, un brillo especial, un pedazo de cielo. ¿Y si de pronto nevara?
¿Por qué se extraña lo que todavía no se pierde y se recuerda el inicio segundos antes de llegar al fin? ¿Por qué el tiempo transcurre en círculos y no en líneas rectas, horizontales, aburridas? ¿Por qué tenemos que ser, y si no somos no servimos? ¿Quién quiere venir y dar un discurso por mí, para mí? Yo no sé hablar en público. ¿Por qué no nos enseñaron a perderte el miedo?
¿Por qué cada vez que alguien canta lo hace como quien no quiere la cosa? Con miedo, bajito, en silencio, en privado. Uno, dos, tres… once. Once arboles conté. Te los regalo, son todos tuyos. ¿Por qué no podemos regresar al menos una vez al mes? ¿Porque nadie puede vivir de mentiras? ¿Porque nadie aguantaría un año más? Porque todos somos uno, y uno somos todos. Queremos volar.
No necesitas abrigarte esta noche.
Falta de aire
No sé por cuánto tiempo estuve sentada en mi ideal de tortura con cada ingrato sonido perforándome los oídos. No podía moverme, eso es lo peor. Los veía riendo, jugando y saltando, hablando y saltando, comiendo y saltando. Quería que escucharan mis gritos y ver cómo cada uno de ellos me entregaba un sueño. Había perdido la noción del tiempo y solo esperaba algo que sabía nunca iba a pasar. Se podía hacer de mil formas, pero ninguna me interesaba. Habría sido divertido intentarlo solo una vez, seguirles la corriente. Yo también soñaba, de pequeña, claro.
No me moví ni un centímetro. El sol quema cuando le conviene, yo ni siquiera tenía un maldito reloj. Cuando terminó yo todavía no había gritado y el resto seguía como los había dejado. Sus risas eran forzadas y saltaban porque no sabían qué otra cosa hacer. Intenté salir, no pude, y lo único que pude pensar entre tanto humo fue, ¿acaso soy la única chica aquí?
No me moví ni un centímetro. El sol quema cuando le conviene, yo ni siquiera tenía un maldito reloj. Cuando terminó yo todavía no había gritado y el resto seguía como los había dejado. Sus risas eran forzadas y saltaban porque no sabían qué otra cosa hacer. Intenté salir, no pude, y lo único que pude pensar entre tanto humo fue, ¿acaso soy la única chica aquí?
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