y otras, adherida a un pedazo de piel
justo debajo de una sonrisa
De día
Me vuelves a hablar con palabras que no comprendo y te vas de frente de aquí a unos años más donde si te puedo contestar pero tienes prisa y yo prefiero verte retozando bajo las sábanas en paz como cuando te sentabas muy quieto a escuchar el coro y yo tenía la sensación de habernos perdido hace ya bastante tiempo y yo puedo llegar tan bien para ti y también con agua helada y decirte que ya es hora de que me acompañes por los relojes que nunca se detienen o el ventilador de mil colores de juguete que nunca llegará a caer y veo un cielo encima del otro y es como el reflejo del mar en formas graciosas y todo de blanco o de rojo y a mí me encanta esa visión entre perfumes y de nuevo hay magia y es como en el momento preciso en que me encuentras a tu lado y no recuerdas como llegué solo me sigues y pides lo tuyo o tal vez quieres conversar un poco más durante horas infinitas llenas de vida y no se sabe cómo termina y nadie quiere que termine ni seguir esperando una señal o un milagro propio no ajeno o recibir más cartas de papel azul y ser yo quien las mandó porque de pronto seguimos caminando y llegamos a ver a los árboles que hablan entre ellos para contar historias que nunca conocen un fin porque así fue y seguirá siéndolo en la mañana por siempre y para siempre
.
Sé que incluso ahora me puedes ver.
Nebuloso como un recuerdo fragmentado que te rehúsas a aceptar.
Y piensas que es solo tu imaginación, que esto es parte del exceso de pastillas y de todo lo que te dijeron que no hagas de joven.
Y aún no significas nada para mí.
Ni te imaginas el aire helado que se desliza por debajo cuando decides recluirte en tu pedazo de silencio.
No ves nada y lo sabes.
No escuchas porque alguien te llena los oídos con melodías sin sentido que vienen del fondo, y te arrastras por instinto, que es más fuerte que la razón, aquella que perdiste hace dos segundos y vuelas.
Se trataba de algo irremediablemente absurdo e innecesario. Intenté dormir sin poder cerrar los ojos el tiempo suficiente para desaparecer y dejar que la oscuridad me absorba. No era suficiente. Tenía la impresión de que en cualquier momento mi puerta caería derribada y yo no tendría a donde correr. El miedo toma un color grisáceo sobre todo cuando no soy yo quien me preocupa. No se trataba de mí. Me estremecía el solo pensar que encontraría al día siguiente o si tendría las fuerzas necesarias para hacerme cargo de lo ajeno: de un momento a otro lo vería todo tal y como era, inevitablemente.
Ya podía escuchar el sonido interminable del teléfono en cada habitación. Lo más extraño es que no había humo y los olores eran los mismos de siempre। Nada que delatara esa situación que yo sabía de memoria. No lo entendía. No quería entender. Todavía no amanecía y no existía motivo alguno para apresurar las cosas. Faltaba tan poco.